Ahora que se oye la palabra esperpento para hablar de que Mayo, positivo en julio, todavía no tenga sanción definitiva (que se pregunte cada uno por qué, especialmente por el último eslabón, la federación nacional), que recuerden que Fertonani pitó la máquina en ¡febrero!, y no ha sido hasta ayer cuando ha sabido definitivamente su pena. En medio, una pequeña cortina de humo cuando salió el caso (abril, tiene narices), y ni una sola mención más de sus responsables en todo este tiempo. Un Aketza Peña transalpino, un caso más de dopaje dentro de un equipo considerado intachable.
Tanto Unzué como Echavarri (del que me dicen que ha vendido su participación en Abarca Sports, la tenedora de la licencia UCI ProTour) siempre han sido de la gente del mundillo mejor relacionada con los medios de comunicación. Es prácticamente imposible leer una sola crítica a su gestión: ni deportiva (¿quién gestionó a Valverde en el descenso hacia Granada en la Vuelta 2006?) ni mucho menos como personas. El primero es de verbo reposado, rara vez se le ha visto una palabra fuera de tono (salvo al inicio del Tour 2006, cuando dijo "todos debemos reflexionar sobre nuestros errores", y ni siquiera); el segundo comparte maneras reposadas, con sus cansinos retrúecanos verbales, una especie de Gómez de la Serna pasado por el pacharán. En los últimos tiempos han perdido ese reposo que comparten con su paisano Moneo y se les ha oído, bastante alterados, defendiendo, por ejemplo, a Piti.
A Fertonani no, claro. El italiano fue cazado en una carrera, el Tour del Mediterráneo, tan anónima y tan excéntrica al núcleo duro de la temporada, tan cercana a la última concentración invernal del equipo, que hace falta ser muy inocente para pensar que era un lunático que acudía a curanderos de provincia italianos, que-se-yó, un Santuccione. Por cierto, en esa carrera, el equipo de men in black incluso dentro de la competición, literalmente se salió. Como Aketza Peña, cazado en el exótico Giro del Trentino (exótico para las características del Euskaltel), en un control más allá de la sorpresa, cuando estaba en el equipo para el Giro, de donde fue expulsado en plena carrera. Como Sinkewitz en el Tour. Como Bernucci en la Vuelta. Fertonani es otro ejemplo más de que los controles funcionan si reunen dos condiciones: sorpresa; y totalmente aleatorios.
Pero ya saben, que una noticia no te estropee un buen titular. 25 años de honradez. Ahora que Sabino Padilla, el artífice de la época más recordada del equipo, vuelve al redil en el prestigiosísimo Benfica portugués, hay que tener bien presente el cuarto de siglo de eficaz gestión deportiva. Ahí tienen la presentación de 2005, con dos corredores intachables como Goku y Piti. Que menos que juntarlos, visto que el primero era el número 17 y el segundo el número 18 en el arcón congelador. El abulense solo aguantó una temporada la cohabitación. Cualquiera hubiese hecho lo mismo, después de comprobar, en la infausta llegada a Courchevel, que por mucha mandanga que se metiese y mejorase su rendimiento deportivo, tenía el enemigo en casa. Y con el mismo doctor.
Perdido este pupilo privilegiado, cuyo palmarés refulge con letras grabadas en oro, Echavarri y Unzué, los de los 25 años de honradez, ficharon Tino Zaballa, Oscar Pereiro y Joaquím Rodríguez. También corredores intachables y de una cimentada, progresiva y nada de dientes de sierra carrera deportiva. Las conversaciones con Jose Cayetano Juliá tuvieron que ser dignas del camarote de los hermanos Marx. El 22 de mayo de 2006 pasaron cositas, fruslerías sin importancia, que casi hacen marrar las bodas de plata con el ciclismo puro y comprometido de la pareja navarra. Metidos en plena amnistía mediática-jurídico-policial (la famosa Operación Encubrimiento), los Zipi y Zape navarros lanzaron un órdago: pues fichamos a L.L Sánchez, a Rojas y encima a Rubén Plaza. Lástima que tuviesen la licencia de Abarca, pero no el dinero: desde Caisse d´Epargne, el banco, les dijeron que un solo susto de esos y les dejaban solos. A pagar con su dinerito, visto que fichaban con tanta alegría y sinvergonzonería. Echavarri, que ya solo le queda perder en este mundillo, ha vendido su parte, porque aquí todos son muy gallos para defender de boquilla en el programa del amigo Bizconde a una panda de impresentables, pero cuando me tocan el dinero...¡ay las perras! ¡Ay Piti!