Sorprende la noticia por quien la dice -y no la prensa local, que siempre ha mimado a un ciclista muy dado a producir noticias que gustan-, por el día y por la edad del protagonista, que se retira con 31 años.
Evidentemente, a los intereses oscuros y cavernosos de Arribas, el caso de Barredo le viene al pelo: queda como un joven -no tanto- que tiene que dejar el ciclismo ("le abandona el ciclismo", hace falta ser hipócrita) por el "pasaporte biológico" y que su ex-equipo dejó de alinearlo "a pesar de no estar sancionado". ¿Conclusión? La UCI -no citada- es culpable, se cobra víctimas inocentes y les obliga a vender café.
La realidad, como siempre, difiere de lo contado por este otrora prestigioso periodista, igual que el ciclismo contado a través de los medios de comunicación difiere del ciclismo realmente existente. A mí Barredo, careciendo de valores ciclistas destacables, me interesa por ser el primer joven Liberty indultado en la Operación Puerto que lo deja. Y lo deja por dopaje, claro.
Ni Koen de Kort, ni Giampaolo Caruso ni Allan Davis: el primero que lo deja tras la vista gorda -y los papeles perdidos- de las autoridades para que no hubiese una "generación perdida" es el ciclista pasado a profesional en 2004 sin ningún mérito en aficionados. Obtuvo su primera victoria, de neoprofesional, en 2004 en la Vuelta a Asturias en los que todos los de su camada destacaron -la suya fue una victoria increíble en una escapada kilométrica-, incluyendo un Alberto Contador al que se le manifestó su cavernoma mientras sus compañeros volaban.
Después le dijeron que fuese a clásicas, y ahí le daba igual no conocer el pavés, que se tiró algunos años acumulando kms. en escapadas y poco más, pero suficiente para que después de la Operación Puerto pudiese fichar en 2007 por el mejor equipo para clásicas, el Quick Step, donde desarrolló el grueso de su breve carrera.
Sin saber si era clasicómano, cazaetapas o escalador, empezó a acumular más incidentes y anécdotas de la que su valía como ciclista podía aguantar: la lamentable escapada en el Tour 2008 con Burghardt, donde gesticuló más que un italiano; el combate de boxeo con Rui Costa -al que llegó a amenazar de muerte-, su ataque en el Tourmalet con comida en la boca...era un ciclista esperpéntico.
En 2011 ficha por el Rabobank, con el que no ha obtenido ninguna victoria, pero del que puede decir que contribuyó a que uno de los patrocinadores históricos del ciclismo dejase el deporte. Sin ser muy atrevidos, me atrevo a decir que ha sido su mayor contribución al deporte, todo un hito dada su escasa relevancia.
De Barredo nos dijeron que se perdía el Tour de este año porque se había caído y se había hecho pupita en las costillas; era mentira, esa costumbre tan habitual en los jóvenes Liberty, y no se supo hasta antes de la Vuelta, donde supuestamente seguía malito y por eso no iba, que lo que realmente le pasaba es que su pasaporte biológico tenía la credibilidad de una encuesta de Playboy a sus lectores.
Ya en 2011 se supo, gracias a la lista de la UCI sobre corredores sospechosos de tener un carrusel sanguíneo, que el máximo organismo del ciclismo le había puesto un soberano 10 en una escala de uno a diez de sospecha de dopaje a los corredores que tomaron la salida en el Tour 2010, honor sólo compartido con alguien tan destacado en el género como Popovych.
Como la UCI se toma su tiempo en esto del pasaporte biológico -que para algunos sigue siendo un incidente, visto que el famoso Carlos de Andrés siempre se refiere al mismo como "problemas" y no como positivo- todo se ha ido retrasando, y se ve que el bravo ciclista asturiano ha querido luchar por su inocencia: de haberse aplicado la sanción, podría haber vuelto con 33 años, que hoy por hoy no es una edad difícil para un ciclista, pero como ya he explicado antes, lo que hay que preguntarse es qué aportaba al ciclismo.
Lo ha tenido muy claro, en un ejercicio de introspección personal que le honra, y se ha pirado. Ahorra así el dinero tirado por la borda en el TAS -como hicieron Valjavec y Pellizotti- y nos ahorra a los aficionados su espantosa postura en la bici, sus dotes de escalador con cadencia de oruga y sus lamentelle típicas de italiano, o de asturiano de Ponga, con las que solía trufar sus actuaciones sobre la bici.
A lo mejor piensa también que así se libra de que el gran público conozca los detalles de su pasaporte biológico. Se equivoca: la UCI se tomará su tiempo, pero como demuestra el caso de Rubén Lobato -uno de los primeros agraciados con el pasaporte biológico-, el hecho de que el ciclista se retire durante el proceso, no finaliza este, no vaya a ser que cambie de opinión en su retirada porque no le guste eso del café.
Sin conocer mucho el caso, apunto a que la muestra que dispara los resultados fue la de la campeonato de España de 2010, ese en el que bravo ciclista, después de dos meses sin competir, vino de la nada -o de la unidad de hematología de Cabueñes, el hospital de Gijón- y se bregó como un jabato contra la tiranía del Caisse d´Epargne, atacando toda la jornada, yendo escapado y claudicando al final con un cuarto puesto que explicó entre el rencor y la amargura, porque se veía ganador: lo había visto esa misma mañana en la analítica.
Al tiempo.
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La justicia ordinaria, más que nunca, declara que Heras se cayó en una marmita de EPO y por eso dio positivo en la Vuelta 2005.
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Ponferrada, la ciudad de 70.000 habitantes que va a organizar el Mundial de ciclismo en 2014, inaugura una rotonda con una escultura representando un pelotón de ocho ciclistas. Se puede ver en la imagen, detrás de la cultivada presencia del regidor municipal, que a su vez es diputado nacional y vicepresidente de la Federación Española de Ciclismo, entre otras virtudes.
El alcalde, que mima y templa siempre su verbo dentro de las limitaciones de su cargo y naturaleza dada, ha calificado la expresión artística con motivos ciclistas de "humilde". Yo la calificaría de otra manera, pero nunca humilde: es enorme, es fea y es para presumir de algo que no se tiene, empezando por cultura ciclista. En la foto, insisto, lo podrán apreciar. Ah, el que aparece al lado es López-Solomillón. Hay una alegría contenida en todos ellos. Humilde, eso sí.
Qué país. Aquí leemos, unas semanas antes y con la escultura caracterizada de Semana Santa, que "no ha transcendido el autor ni el presupuesto". La última frase del artículo es digna del mejor Berlanga. Bueno, todo es de Berlanga. Va a ser el peor Mundial de la historia. Sin embargo, conocemos los autores e intuimos el presupuesto final que nos va a costar.
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Ya se que ustedes se pirran por el fútbol, e incluso bastantes entran en este modestísimo blog día a día esperando que hable de ese deporte, una pretensión tan vana como descabellada: aspiro a seguir escribiendo este blog muchos años más. El fútbol es el epítome de la corrupción deportiva, hasta tal punto que el dopaje pasa por ser un problema menor. Todo es una farsa para entretenerles a ustedes.
Les cuento que el otro día se realizó el sorteo para los cruces de los octavos de final de la Champions League. Salieron emparejamientos pintorescos, como siempre que determina el azar. El problema es que esos emparejamientos, que salieron gracias a la mano invisible (no la de Adam Smith, la otra) fueron exactamente iguales que los de la "simulación informática" realizada el día antes.
No es exactamente una probabilidad de dos elevado a ocho (los del primer bombo no se cruzan entre ellos), porque tampoco se podían cruzar los que se habían enfrentado a la fase de grupos y otro tipo de limitaciones, pero no deja de ser una probabilidad bajísima, que se cifra en el artículo enlazado más arriba.
Curiosamente, y digo curiosamente en este contexto adecuado, el artículo es acrítico, en ese lenguaje que tenemos tan familiarizado los aficionados al ciclismo. Lo que es un tremendo pucherazo, incluso escenificado con una "mano inocente", acaba vendiéndose como una anécdota más con la complicidad de un periodismo entregado y lacayo. Venga, rían todos juntos.
He preferido publicar esta noticia una vez pasado el sorteo de la Lotería de Navidad, porque los impuestos sobre la pobreza -y el fútbol lo es, en cuestión de tiempo que se podía emplear en otras cosas para mejorar la vida personal de cada uno- lo son también sobre la estupidez. Sigan creyendo en la numerología y las probabilidades. También en el deporte limpio y justo.
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Dentro de ese tipo de periodismo, Nadal es un especialista. Ya saben: la clínica de Vitoria, aquel sueco en Roland Garros y ahora esto. El periodismo, en el deporte de élite, suple una función que va más allá de la esperada de propaganda y ensalzamiento.
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Ya se que ustedes se pirran por el fútbol, e incluso bastantes entran en este modestísimo blog día a día esperando que hable de ese deporte, una pretensión tan vana como descabellada: aspiro a seguir escribiendo este blog muchos años más. El fútbol es el epítome de la corrupción deportiva, hasta tal punto que el dopaje pasa por ser un problema menor. Todo es una farsa para entretenerles a ustedes.
Les cuento que el otro día se realizó el sorteo para los cruces de los octavos de final de la Champions League. Salieron emparejamientos pintorescos, como siempre que determina el azar. El problema es que esos emparejamientos, que salieron gracias a la mano invisible (no la de Adam Smith, la otra) fueron exactamente iguales que los de la "simulación informática" realizada el día antes.
No es exactamente una probabilidad de dos elevado a ocho (los del primer bombo no se cruzan entre ellos), porque tampoco se podían cruzar los que se habían enfrentado a la fase de grupos y otro tipo de limitaciones, pero no deja de ser una probabilidad bajísima, que se cifra en el artículo enlazado más arriba.
Curiosamente, y digo curiosamente en este contexto adecuado, el artículo es acrítico, en ese lenguaje que tenemos tan familiarizado los aficionados al ciclismo. Lo que es un tremendo pucherazo, incluso escenificado con una "mano inocente", acaba vendiéndose como una anécdota más con la complicidad de un periodismo entregado y lacayo. Venga, rían todos juntos.
He preferido publicar esta noticia una vez pasado el sorteo de la Lotería de Navidad, porque los impuestos sobre la pobreza -y el fútbol lo es, en cuestión de tiempo que se podía emplear en otras cosas para mejorar la vida personal de cada uno- lo son también sobre la estupidez. Sigan creyendo en la numerología y las probabilidades. También en el deporte limpio y justo.
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Dentro de ese tipo de periodismo, Nadal es un especialista. Ya saben: la clínica de Vitoria, aquel sueco en Roland Garros y ahora esto. El periodismo, en el deporte de élite, suple una función que va más allá de la esperada de propaganda y ensalzamiento.