Érase una vez un país meridional que, a pesar de su desaforada pasión por el deporte, casi nunca ganaba en los Juegos Olímpicos y prácticamente en todos los deportes que cuentan. Sus figuras apenas si ganaban una vez en su vida una competición, torneo o carrera de nivel. Repetir era para los demás.
Ese país quiso mejorar y para ello viajó mucho, para aprender lo que se hacía en otros sitios, y poder aplicarlo a sus súbditos porque era su derecho y algunos quieren creer que su deber, costase lo que costase.
Es historia bien sabida -y lo es porque se puede comprobar- que ese país pasó de sacar 4 medallas (un oro, dos platas, un bronce) en Seúl 88 a ganar 22 en Barcelona 92, 13 de ellas de oro. En sólo cuatro años, y todo por la motivación de jugar en casa.
También por esa época España fabricó a su primer campeón deportivo con todas las de ley, siquiera la de Galeno, un ciclista que un buen día salió en una contrarreloj en Luxemburgo y sacó 3´ al segundo, casualmente compañero de equipo, y que todavía pudo sacar 3´47" al tercero, uno que se deprimió y nunca volvió a ser el mismo. Menudas se las gastaban.
Si lo piensan bien, la historia deportiva española se puede vender como una fábula. De hecho, es siempre así: conocidos propagandistas que van desde Segurola hasta Vázquez Montalbán son capaces de vender una historia de explotación, dictadura y después liberación gracias a los beneficiosos aires de la democracia. Son capaces de vender como leyenda cualquier cosa que les caiga encima.
Monchito, uno más de esa serie de propagandistas de la misma fábula que se retroalimenta, y que
no hace mucho escribió que "el ciclismo ha contaminado a otros deportes", es el director del diario deportivo
As (que a falta de contenidos ofrece una foto de una chica en paños menores todos los días) y el autor de un blog de batallitas deportivas que después acabarán en libro.
En su última entrega ha tenido a bien dedicarle un poco de su tiempo y su privilegiada sexagenaria memoria, donde se mezclan realidad y ficción, a ese deporte que todo lo contamina.
Cuenta una fábula, y no disimula nada porque el titular lleva animales, de siempre los protagonistas de las fábulas y lo que los diferencia del cuento. Cuenta un cuento, como siempre y desde hace décadas.
Lo de menos es el motivo: quizás se inspiró -es un decir, y ya verán por qué- en el mal tiempo reinante en este Giro. ¿Nos quiere decir
Monchito que el mal tiempo siempre ha existido en el ciclismo? Para eso son las fábulas y por eso las cuentas los abueletes: para que de ellas extraigamos lecciones. Mira la hormiga cómo ahorraba para el invierno, mientras la cigarra cantaba.
El motivo es la famosa etapa del Monte Bondone del Giro 1956, que ni el vivió, ni está en condiciones de evocar. En este u otro deporte, pero especialmente este por sus largas horas, por su disputa en abierto -y no en un recinto cerrado- y por su propia idiosincrasia, es muy arriesgado vender fábulas, porque la historia reciente nos demuestra que una cosa es lo que se publica y otra lo que se ha visto por la televisión.
Por ejemplo, en la fábula de
Monchito achaca toda la desgracia del héroe nacional a los pinchazos, cuando es bien sabido que Bahamontes no sabía bajar
, o peor aún para sus intereses de propagandista: en aquel 1956 Bahamontes todavía no se había convencido que podía apostar por la general y se contentaba con ganar el GP de la montaña. Evidentemente, una actitud de tal laxitud rompe toda la falsa épica de la fábula, por lo que es mejor obviarla.
Ya se dan cuenta, ¿no? Estas historias evocadas, y más en boca de algunos de los responsables de la apestosa
omertá en torno al conocido como
milagro del deporte español -del que saben perfectamente su origen y gestación, que va más allá de entrenar mejor- suena a mofa y pandereta, porque en el fondo y en la forma son batallitas con escaso apego a la realidad y lo realmente ocurrido. Son fábulas donde los animales hablan. O escriben.
¿Cómo se puede escribir de una jornada de hace 57 años que tenía "tiempo aceptable"? ¿Que es eso de "presagios de mal tiempo"? ¿Acaso los organizadores abrieron el vientre de una golondrina para escrutar el futuro? No lo sabemos, pero si sabemos que
Monchito no estuvo ahí, pero escribe como si lo estuviese. O si lo hubiese visto por la televisión. Algunos todavía viven anclados en la cultura del pasado, del periodista como interprete supremo de la realidad, cuando lo que enseña la historia de este deporte -y de los demás- es que no te puedes fiar de ninguno: por decirte, te dicen hasta el tiempo.
Y la edad, claro, que tan malas pasadas juega: "la victoria más espectacular jamás lograda en la historia del ciclismo". Seguro que es incapaz de decir "el partido más espectacular disputado en la historia del balompié", pero para el deporte que todo lo contamina no escatima en hipérboles, invenciones, isobaras y prediciones meteorológicas.
Pensarán que estoy exagerando y cebando en exceso con alguien que, entre otros méritos, alberga a gente que tiene la crónica xxxx preparada antes de la xxxxx noticia, pero lo que me ha indignado de esta fábula-cuanto del Abuelo Cebolleta (¡que gran invento del genial Vázquez, popularizado a nivel mundial por los Simpson!) es esta frase con la que remata uno de los párrafos finales:
"En internet se pueden ver esa etapa, y la del Stelvio, buscando por Giro-1956."
No, no es cierto. Se pueden ver fragmentos mínimos, pero no se puede ver la etapa. Ojo a cómo lo presenta como prueba de corroboración y fiabilidad: "en internet". Y hasta te da el término de búsqueda. Lo que se ve es un resumito, como lo de los partidos de ese Real Madrid de la época, compuesto de refugiados políticos y económicos, y que tanto gusta a
Monchito.
Y no vale la excusa de que es muy antigua: hace pocos días hemos asistido a la rememoración de una supuesta etapa histórica a cargo de uno de los personajes más nefastos del ciclismo, que tampoco se pudo ver por las condiciones meteorológicas. Ahí es el terreno abonado a la leyenda interesada: hasta han puesto un monumento en el lugar exacto donde atacó el yonki de Pantani, en una engañifa que se ceba a sí misma con
fotos de gusto tan soez como esta.
En el ciclismo y en el deporte, o se ve todo íntegro o es todo una patraña y una fábula. Algunos se encuentran muy cómodos repitiendo o evocando una y otra vez esas fábulas, que contienen más de imaginación que de realidad. La de 1956 y la de 1998. Es hasta tal punto repugnante una aproximación tal por parte de un periodista a un fenómeno que en gran medida se mueve en la oscuridad y bajo leyes de silencio que casi consigue dejar en segundo plano la poco contenida admiración por el sufrimiento y las penalidades que padecieron los ciclistas aquel día. No lo disimula en absoluto.
A mí ese ciclismo no me gusta. Tampoco ese periodismo. Es normal que a
Monchito sí, al fin y al cabo es el director del periódico que publica la exclusiva sobre Badiola, Eufemiano Fuentes y la Real Sociedad, pero al mismo tiempo es incapaz de poner el nombre de Xabi Alonso. Ese es el nivel del cuento sobre el deporte. Batallitas: los cuentos del abuelo de siempre, y esta, la historia de nunca acabar y de la que sabemos el final.
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El lugar común en torno al origen siciliano de Nibali y que nadie le ataque, y también la escandalosa política de pactos de este Giro, ha transcendido al gran público, hasta el punto que el esclavo Agnoli ha publicado este curioso tweet:
La broma, de pésimo gusto, es equivalente a que un vasco bromee con Mikel
Antza, Jose Antonio Urrutikoetxea y Garikoitz Aspiazu, pero en el ciclismo ya vale todo. Al fin y al cabo, ¿no fue la subida al Galibier un homenaje a Pantani? Pues eso; mal gusto
dapertutto
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La Policía francesa
retiró clavos esparcidos en la subida al Telegraphé, poco antes de que pasasen los ciclistas. ¿Gamberrada casual o protesta por una carrera italiana y los problemas que ha causado? Es un acto muy poco frecuente, pero que demuestra que no a todos les gusta el ciclismo a todo coste.
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Muy interesante. En
este artículo de propaganda nauseabunda sobre la Ministra francesa del ramo (y menuda militancia nacional con ese pelo y esas gafas, parece sacada de un chiste sobre los
soixante-huitards), que recuerda mucho a los que se publicaban en
La Voz de Galicia sobre Fraga y sus supuestas jornadas maratonianas de trabajo, se ve que fue informada sobre el positivo de Sylvain Georges a las 18:30.
El corredor no tomó la salida en la etapa del día y, sólo cuando se estaba disputando, se difundió la noticia de su positivo en la etapa del día 10 de mayo, sólo cinco días antes. La Ministra se enteró más tarde, pero en el mismo día. En España, es muy probable que Wert se entere del positivo de un deportista cuando su mujer Edurne Uriarte esté haciendo zapping entre programas de cotilleos (perdón, tertulias políticas, de las que es una consumada intérprete) y bostece. Lo que es seguro es que a ambos les importará un pimiento.
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(relacionado con lo anterior) A
este psicólogo deportivo -fijense en la foto, parece un vendedor de blanqueador dental: en el fondo y en la forma no son más que eso- le parece que ese positivo se podía haber evitado, que no tenía que haber transcendido al público...¿Psicología aplicada?
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Una idea genial, vía @ezy_ryder Hay oportunidad de negocio en prácticamente cualquier componente de las bicicletas, y algunos las aprovechan. Supongo que el principio básico en este invento es el mismo que rige a las bandas reflectantes que también se estiran y se aprietan con un golpe, pero me parece una idea genial, sencilla y muy práctica.