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15 marzo, 2005

Balance somero del ProTour

La conclusión el domingo de la primera carrera del ProTour se presta a un primer análisis de la importante modificación introducida en el ciclismo mundial (hoy también veo artículos en La Vanguardia y en Marca). Leyendo la prensa, el balance es altamente positivo, tanto por el espectáculo dado (aunque la nómina de ganadores no es de mucho glamour) como por la vitalidad que ha introducido en algunas carreras un poco olvidadas: no hay que olvidar que en el año 2003 casi no se celebra la Paris-Niza, supuestamente por motivos económicos, pero en realidad también influido por la baja participación (es notorio que el ciclismo italiano siempre ha ignorado la carrera francesa). Así pues, un éxito para el debut del ProTour en estos dos importantes factores. No obstante, el modelo de la competición no me acaba de convencer. No voy a entrar a analizar lo de “liga cerrada” o “club de ricos”, que considero más adecuados para final de temporada, sino en el sistema de puntuación.

Con cuatro categorías, la A es para el Tour, que se diferencia de las otras dos grandes (categoría B), rompiendo el modelo vigente para los puntos UCI, lo que me parece una grave merma para el ciclismo y un apuntalamiento al gigantismo del Tour y a los tourespecialistas. Además, da puntuación a los clasificados entre los puestos 11-20, por lo que se puede dar la alarmante paradoja de corredores luchando por acabar 17 o 19, lo que es una adulteración de la competición. En la categoría C se agrupan los cinco monumentos, las antiguas Hors Categorie y las Vueltas a Alemania, Polonia y Benelux, con poca o ninguna tradición, ahora elevadas a los altares gracias a su importancia demográfica. Es lamentable, y este es el término adecuado, que se incluya en la categoría C al Campeonato del Mundo, una carrera que merecería tratamiento diferenciado. La categoría D es un cajón de sastre donde entran el resto de la extinta Copa del Mundo más la Gante-Wevelgem, Flecha, Plouay (que lloró y pataleó para ser incluída) y el GP Eindhoven, una contrarreloj por equipos surgida de la nada y donde se ve la mano de Manolo Sáiz, un devoto de esta displina: mejor harían recuperando los 100 km. contrarreloj como categoría olímpica, dejada extinguirse tras Barcelona-92. El problema, y grave, surge con la renumeración para los vencedores de etapa: en las grandes, 3-2-1 punto para los tres primeros clasificados, y en la categoría C, ¡un punto! para el ganador de las parciales...con esta sinrazón de puntuación, se puede dar la paradoja de un corredor que gane dos etapas en Romandía, dos en Tirreno y tres en la Volta (como ha hecho Cipollini algún año) sume únicamente 7 puntos, mientras que uno que acabe 8º en la general de Polonia o Suiza sume 10 puntos. Un desatino, ya digo. Una competición que prima el resultado final, privilegiando a los vueltómanos frente a los sprinters, el puestísmo (tan querido en España) frente a lo que debe ser la máxima en cualquier deporte: ganar. Por ejemplo, y utilizando los datos del año pasado, Cioni hubiese sumado 25+2+45+35=107 puntos (5º en Romandía, 2º en una etapa del Giro, 4º en el Giro, 3º en Suiza), cuando la única carrera que ganó en todo el año fue el Campeonato de Italia contrarreloj, en un país famoso por sus especialistas contra las manecillas, mientras que Boonen, ganador de 20 carreras, hubiese sumado 40+5+1+1+1+3+3=54 (Gante-Wegelwen, 9º en Roubaix, etapas en Bélgica-Alemania, dos etapas del Tour). Un punto más de la mitad que Cioni.

Claro, queda la duda de que de haber existido el ProTour el año pasado se hubiesen apretado más los dientes para obtener un dignísimo 7º puesto en Niza, que otorga 15 puntos, los mismos que ganar 5 etapas en el Tour. Yo no he visto a nadie apretar más los dientes en la Paris-Niza para poder ser 10º. Veremos como va evolucionando a lo largo de la temporada.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Estoy de acuerdo. El sistema de puntuación no me gusta nada. Lo estuve viendo el otro día y le veo muchos errores. En primer lugar, como bien dices, las tres grandes deberían igualarse para evitar más diferencias de las que ya de por sí existen, y deberían puntuar los diez primeros, y para cada ganador de etapa daría 4 puntos, y nada de dar puntos a los que no ganan etapa. En una segunda categoría deberían entrar el Campeonato del Mundo, los monumentos, País Vasco, Cataluña, Tirreno, Paris-Niza, Dauphiné, Romandía y Suiza, en las que sólo deberían puntuar los cinco primeros, creo yo, más los ganadores de etapa, a los que daría dos puntos. En una tercera categoría metería el resto de clásicas (me cargaría el GP de Plouay) y Alemania (me cargaría losotros inventos). Además, creo que podría incluirse en vez de Benelux y Polonia la Vuelta a Portugal y Het Volk, Harelbeke y Brabançona, por ejemplo, pruebas de mucho más prestigio. En estas pruebas puntuarían sólo los tres primeros y los ganadores de etapa sacarían un punto. Luego creo que la liga debería ser eso, una liga, con ascensos y descensos anuales, y creo que instauraría el pelotón de 8 corredores para todas las pruebas, incluidas las grandes, lo que supondría poder invitar a dos o tres equipos más y hacer que un posible descenso fuera menos traumático.

Sergio dijo...

Probando, probando

Sergio dijo...

El anterior post era porque no he podido postear en toda la mañana y ya estaba mosca, leche. Paso a responder brevemente, gracias por vuestros comentarios.

Creo que en ProTour hay pruebas con calzador y se debería haber hecho un esfuerzo con pruebas italianas de gran prestigio, como Apeninos, Tre Valli Varesini o Emilia, pero bueno.
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El problema es que no hay ascensos y descensos para pruebas. En la antigua Copa del Mundo se avisó de exclusión al GP de Zurich por sus gravísimos problemas de organización, pero al final no se cumplió. Esta vez ni existe el mecanismo.
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Ya tendremos ocasión de hablar de los Campeonatos del Mundo, un debate muy vivo en Italia