El hijo del lechero. Y sus cuentos

Jose Luis Rubiera es uno de los ciclistas más conocidos del pelotón gracias a su labor de ímprobo gregario a favor de su líder máximo durante los años 2001-2005, Lance Armstrong. Era el corredor del último arreón antes de que el yanki midiese su distancia y galopase a meta con su ritmillo de piernas imposible de igualar. Retirado el factotum del equipo americano, el ciclista Rubiera se intenta recalificar en funcionario del ciclismo sin dejar el sillín. Es por eso que ahora aparece en cyclingnews.com: como el representante del colectivo de ciclistas. Con opiniones tan curiosas como estas. O estas: "Afortunadamente la gente olvida" y "si dejamos de suministrar noticias relacionadas con doping...". ¿No será mejor dejar de producirlas?

Una de las condiciones para regenerar el ciclismo pasa por limpiar los estamentos de todas las personas que han conocido la Edad de Oro de la droga. Y Rubiera es uno de ellos. Su trayectoria no resiste la mínima aproximación lógica, a la luz de los hechos sabidos y consabidos. Amateur de la escuela Banesto, ganó un Balenciaga de antología que no le hizo saltar al equipo profesional navarro. Profundamente despechado, aceptó la oferta del Ártiach, equipo con el que debutó en la máxima categoría en 1995. En 1996 pasa a Kelme, equipo donde vivirá sus mayores éxitos individuales. En el Giro 1997 sale con la misión de ayudar a Marcos Serrano, pero mientras el gallego va de más a menos, el asturiano inaugura ese fenómeno tan eufemiano y kelmiano: la tercera semana de orgía y pasión. 5º en la crono y ganador por sorpresa de la etapa reina, con siete puertos de aupa y metiendo 3´06" minutos al segundo, la mayor ventaja de la postguerra en una etapa así. Huelga decir que el pelotón no le pudo recortar ni un segundo, a pesar de los continuos ataques entre Tonkov y Gotti. Por supuesto llovía. Al día siguiente, en pura escuela Kelme, la otra etapa de montaña se la papó un compañero.

Al año siguiente volvió a cuajar un buen Giro, frisando los diez primeros. Tan alto apuntaba que un bisoño Antequera le nombró jefe de filas para el Mundial de Valkenbourg. Hizo 13º. Obvia decir que llovía. En el Giro 1999 va a por todas. Lástima que en la previa su compañero Javier Otxoa no pudiese salir por tener el hematocrito por las nubes. Curiosamente, el simpático asturiano –todo el mundo coincide en este aspecto- abandonó en la segunda etapa, aquejado por una insolación siciliana. Pubrín. Ahora un fan suyo dice que fue por una gastroentreritis. El sol provoca cagalera. ¿No será el dopaje? En fin. El caso es que su compañero Roberto Heras (sí, él) obtuvo su única victoria fuera de España, nada menos que en la etapa del Mortirolo, y acabo quinto. Y mejor no les hablo de Pantani y Madonna di Campiglio, las tres etapas y los 11 días de rosa de Jalabert y todo lo que se vivía en el ciclismo en esos años.

Así de fresco se presenta en la Vuelta a España, tras conseguir enrolar en el equipo a su vecino Coque Uría. Nuestro protagonista acaba sexto en la general, su mejor puesto con mucha diferencia. Su amigo y paisano asturiano estuvo a punto de ganar una etapa, anduvo como nunca lo había hecho y llegó 13º a Madrid. Empero, ese fue su único año en Kelme. Se retiraría poco después, todavía joven. Me cuentan que tiene serios problemas de salud. No se por qué no me extraña. En el año 2000 haría su penúltima acometida al Giro. Volvió a ganar la etapa reina, en un mano a mano con Simoni. Una burrada de puertos. Acabó octavo.

Ficha junto con Heras por el UsPostal, por la nada desdeñable cifra de 360.000 euros de la época. No deja lugar a dudas su motivación a tenor de estas declaraciones. Y desde entonces se convierte en una de las caras más conocidas del pelotón. El hombre del último relevo, especialmente en el difícil Tour de 2001, cuando entre los americanos solo andaban el Jefe Supremo y nuestro asturianín. Ahí está su impresionante lanzamiento en Alpe D´Huez, tras el paripé de quemalitosvamos durante toda la etapa. En fin. Después todavía hizo una gran Vuelta (7º final, con puestos entre los cinco primeros en Lagos y la cronoescalada, y eso que en teoría ayudaba a su líder Heras, 4º final), pero el patrón le dijo que se dejase de mongoladas y que para rendir, en el Tour. Y allí estuvo varios años muy fiel, compartiendo equipo con Floyd Landis y Heras. Con Hamilton solo coincidió una temporada. En 2006, con su patrón ya retirado, deja de frecuentar Girona –si, era uno del clan- y vuelve a su programa clásico. Acude al Giro y casi gana la etapa de Namur. Llovía, claro. A pesar de trabajar –es un decir- para Savoldelli consigue acabar 13º , casi el mismo puesto que obtenía cuando iba como jefe de filas del Kelme, con ocho años menos. En el Tour, huelga decirlo, se arrastra como una babosa. Como todo su equipo, tristemente afectado por las ondas expansivas de la Operación Puerto.

Curiosa esta entrevista a una revista de difusión local. Solo pide acabar con salud. Matiza que sin caídas y esas cosas, pero un buen lector sabe a que se refiere. Que Santi Pérez está haciendo "una temporada impresionante" en 2003 (¿¿??). La Operación Puerto y la Operación Malaya, en el mismo saco. Que a nadie le extrañe su conversión a funcionario del ciclismo: es de los pocos corredores españoles emigrados que ha aprendido inglés, al revés del troglodita que habla Sastre o el monolingüismo seco y castellano de Heras. Supo sacar una ingeniería mientras corría. El hijo del lechero siempre ha sido un tipo espabilado. Lo suficiente como para ver que, por mucho que se drogase, siempre iba a haber al menos 6-7 corredores mejores que él –ahí están sus resultados- y aceptar el gran contrato del UsPostal. Aprovechar el tiempo por ahí y enchufar –en el amplio sentido del término- a su paisano Noval, el que va de paquete en la moto -y no es metafórico, es real-. Saber negociar un contrato jugoso con 32 años cuando su papel en el equipo se había acabado y encima por tres años (tiene hasta el 2008). Y, como demostró al sacar su carrera, saber hacer varias cosas sin bajarse del sillín de la bicicleta. La última, funcionario del ciclismo. Y sin mucha vergüenza, a tenor de las declaraciones. Sigue lloviendo, por supuesto.
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Leo en El País las crónicas de atletismo de Arribas, desde hace algunos años mucho mejores que las que dedica al ciclismo. Sobre el triplete de 1.500 m. dice que Higuero y Casado son “adeptos al culto del bodoquismo, las doctrinas que emanan de su masajista, Bodoque”. Y se queda tan pancho. De Casado, el del último 400 a velocidad Bikila, recoge estas declaraciones: “Somos buenos en el 1.500 porque hay una escuela muy buena de técnicos gracias a toda la competencia que hay, y también, seguro, hay alguna connotación genética”. Genética. Ja.

En 800, la plata de Quesada, un atleta de 27 años que no había hecho nada en su vida, se justifica porque desde hace una temporada se entrena con Enrique Pascual. Si, hombre. El de Soria. El que llevaba a Fermín Cacho -¡lástima ese tembleque que le ha dejado medio tordo y que le impidió dar el salto al maratón!- y Abel Antón, el atleta de 10.000 pidiendo por favor y el maratón pidiendo ¡más, más!. Sobre el casi bronce en la misma prueba del debutante Marco, se justifica con sus 20 años y que es de la escuela de Sevilla. Que sí, hombre, la misma de Reina y Olmeda, los que se codean con los africanos.

Ay, ay, que todo anuncia tragedia. Sobre la imposible progresión de Castrejana, la deportista de 33 años y mejorando marcas con un concurso impecable, hasta tal punto que en la crónica se cita hasta tres veces el mito “15 metros”, se dice que es joven para el atletismo, que empezó tarde. Y concluye “han logrado el milagro de que el atletismo español tenga una especialista de gran nivel en las cuatro pruebas de saltos, las cuatro que se han empeñado en convertir su historia en una leyenda”. Había empezado hablando de cómo se forjan los mitos.

La traca, como no, llega con Marta Domínguez. “Ahora me entreno según mi intuición” –y la de Odriozola-. Sobre el extraño suceso de Gotemburgo, tras la Operación Puerto, el periodista explica que “quiso abandonar por no haber estado a su altura en el 10.000 y acabó ganando el 5.000”. Y se queda tan ancho. Igual que cuando escribe “guiada por un capricho atlético”, que el Europeo de pista cubierta es para ella como la ilusión “de un ejecutivo con un viaje de negocios” -que se la filfa, vamos-, que decidió correr un medio marathon y que logró “una marca excepcional para una atleta como ella y en esta fase de su carrera” (1h11´, en pleno invierno). No, si al final va a resultar que Zatopek dejó su simiente en Palencia hace treinta y muchos años.

En 2008 hay Mundiales de pista cubierta en Valencia y en 2010 al aire libre en Barcelona.
¡Cómo claudican todos los periodistas ante las medallas, las Lieja-Valverde-Liejas y los Disneylandis!