
La carrera la mereció Italia. Tirando desde un primer momento, con un Bertolini de 35 años corriendo como si tuviese 27, o un Cunego gregario mejor que de capitán, los italianos han demostrado tener la mejor selección. España parecía que estaba corriendo bien, sin gastar ningún corredor -a pesar de lo cual abandonaron Flecha y Florencia, que nunca tuvieron que ser convocados-, pero en las dos vueltas finales, las decisivas, se vieron todas las flaquezas de una selección que dista mucho de ser la de 2004 o 2005, cuando se plantaban en el último km. cinco corredores rojigualdas, a cada cual más robótico.
Ahí, a dos vueltas del final, Rebellin se ha ido con Kolobnev, un Sputnik ruso que ha sido plata, como si no le hubiese pesado una fuga en la que llevó la mayor parte del peso. Han alcanzado 35" ante la anomía de la selección española, que ni siquiera en ese momento se ha dignado a tirar. Era un absurdo. Un montón de corredores en el grupo, y a ver los toros desde la barrera. ¿La razón? La conocimos poco después. Pusieron a tirar a cuatro corredores, y al siguiente plano ya solo quedaba uno: el Triki, no precisamente un portento en cuanto a fisionomía y planta de persecución. Sastre duró lo que dura una piruleta en un colegio. Y eso por no hablar de Barredo. Un desastre.
Así las cosas, y con el cartón-piedra nacional desvelado, sólo faltó desvelar a las estrellas. Samuel Sánchez, una calamidad de dimensiones gigantescas, se movió en la subida más dura. El plano no ofrece dudas: aunque está fuera del alcance del objetivo, se ve a Bettini y Schumacher observando por el rabillo el movimiento del corredor del Euskaltel -hoy no ha corrido con su selección-, y en medio Freire bufando y rezando porque no fuese a más aquella carnicería. Mala suerte. Los dos gallos se fueron con el asturiano, también otros diez corredores, y ahí se acabó el Mundial para el máximo favorito. Un Freire 100% hubiese podido seguir el ritmo, es cierto, pero también es cierto que ha ganado el sprint del grupo con una pierna. 14º final, pero seguramente un puesto mucho más alto de no haber visto como un compañero de selección -o de lo que fuese- lanzaba gasolina al pequeño incendio de Kolobnev y Rebellin.
No se acabó ahí el desaguisado del carbayón. En el descenso se puso delante, a marcar el ritmo, cuando el grupo todavía estaba a 10". Fue la última vez que se le vió delante. Imagino a Antequera rebuznando por el micrófono. Al mismo tiempo, la selección tirando por detrás con...Valverde, que después, muy poco después, iba cerrando el pelotón. Y ahí se acabó la selección española, hoy más italiana que nunca. Samuel Sánchez, el de "me voy a jugar mis posibilidades", ni vió el ataque decisivo de Bettini, continuando una acción de Kolobnev. Se fueron cinco para meta, incluyendo al local Schumacher y los auténticos cojos al sprint Schleck y Evans.
Todos tirando muy ordenados y bien azuzados por Bettini. Detrás iban dos holandeses -Dekker y Boogerd- tirando por Kroon, y el futuro bicampeón del Mundo estuvo más tiempo gritando a sus dos mulos que tirando. En eso también es grande, además de en ofrecer maletines y llorar ante la cámara. Dicho en plata: llevaron a Bettini en volandas a la meta, todo sea por la gloria pasajera de hacer cuarto y quinto, los puestos que tenían asignados, de partida, el luxemburgués y el australiano. Por cierto, bellísimos los planos del grupo con Australia tirando, en sustitución de España, para Davis. Y es que hasta en su propia selección sabían que Evans viajaba de maleta.
El sprint no tuvo color. Salió Kolobnev y Bettini le metió una bicicleta de diferencia. Empezó a disparar su fusil imaginario antes de cruzar la línea de meta. El título de este post está basado en la inmortal novela pacifista Johnny cogió su fusil, de Dalton Trumbo. Johnny es un soldado que pierde en la I Guerra Mundial brazos y piernas. También el habla y el oído. La vista. Sólo le queda pensar. Bettini ha ganado el Campeonato del Mundo. Mañana, todos ciegos y sordomudos ante una nueva exhibición de Pepito sobre la bicicleta. El público alemán no lo fue: abucheos en el podio, un sonoro buuuuuuuuuuhhhhhhhhhhh que el italiano agradeció con una reverencia. Antes, había vuelto a disparar desde el podio. ¿A quién? Al ciclismo, sin duda.