
En octubre de 2006, mientras disputaba el Giro de Emilia, el danés Michael Rasmussen sufrió una durísima caída que le fracturó la cadera. Tras una lenta y penosa rehabilitación, reapareció y disputó el Giro siguiendo la línea abortada por Armstrong de coger kms. en la prueba italiana para después brillar en julio, en los puertos alpinos.
Ayer Rasmussen volvió a hacerlo. Ya son tres años seguidos ganando etapas increíbles y al mismo tiempo creíbles en el Tour de Francia, ante los mejores y sacando diferencias importantísimas. ¿El secreto? Atacar lejos, no ceder jamás y ser muy consciente de sus propias fuerzas. El danés es un escalador en la mejor tradición de la figura arquetípica del ciclismo: el corredor solitario, el escalador del puñado de victorias, pero todas ellas memorables. Es un ciclista maravilloso.
La etapa no era muy larga, de 165 kms., pero desde los primeros compases hubo movimientos muy interesantes, incluyendo una escapada peligrosísima con Michael Rogers, muy valiente y muy desafortunado en su apuesta. Aunque el pelotón no dejó ir muy lejos la diferencia (2´antes de afrontar la subida al Roselend), tampoco hizo nada por alcanzarlos. Así, llegada la subida al puerto alpino, el héroe danés saltó y no tardó mucho en enlazar con los fugados. Se puso en cabeza y no se fue de ahí hasta 85 kms. después, tras escalar el solito -jamás pide un relevo, jamás mira atrás- tres puertos de primera y llegar a disponer de 6´sobre un pelotón que durante bastantes momentos fue al ritmo marcado por Bennati, en uno de los frecuentes misterios del ciclismo.
En la bajada del Roselend, Arroyo -qué gran corredor- se fue al precipicio y Rogers contra el quitamiedos. Mientras el talaverano pudo volver a reintegrarse sin gran daño, porque ese estaba por llegar en forma de director de equipo, el australiano fue injustamente pagado en su valentía y tuvo que retirarse entre lloros y sollozos, tras intercambiar una gelidísima mirada con el robot que dirigía el coche de equipo en el que se montó. Rasmussen se desembarazó de Colom y Arroyo en las primeras rampas de Tignes, la subida final, y acabó ganando la etapa con casi 3´de ventaja sobre los favoritos.
Entre estos no hubo ninguna hostilidad hasta esos 18 kms no muy duros, pero que provocaron raros momentos de alzarse del sillón. Y es que hubo algo que no suele haber en el ciclismo moderno: ataques y contraataques, gente que se va y después es reintegrada, gregarios que no los son y corredores que se mueven a borbotones. El primero fue Moreau, convertido en escalador con
reprise para dar latigazos a repetición. Y nada más empezar el puerto. Fue una acción inesperada. Se fueron con el un puñado de corredores muy buenos, favoritos al podio: Valverde, Contador, Evans, Schleck, Kashesckin y el gregario Popovych. También Mayo, el prodigioso. Agotado el ucraniano al poco de empezar su labor -en el Tour 2005 llegaba hasta cerca de la meta y estuvo cerca de acabar en el
top ten, pero ya no hay esos fenómenos, igual que ya no hay
novales,
padrnos o
ekimovs- todo quedó convertido en una titánica lucha de jefes de fila o grandísimos corredores. Nada de peones.
Y los que había, infrautilizados. Colom fue obligado a descolgarse pero apenas pudo ayudar a sus dos jefes, que llegaron a circular con 1´10" de retraso a mitad de la subida, y Arroyo solo recibió la orden cuando quedaban tres kms y apenas si dió un relevo de 100 metros. Mientras tanto, Valverde salió a todos los ataques de Moreau. Y no fueron pocos. Ese tipo de exhibiciones de
Piti, que corre con el dorsal 18 por esos caprichos del orden alfabético, ya sabemos como acaban: cuando se produce el ataque decisivo, se queda. Y así fue. Tras pasar la bellísima presa de gravedad de Tignes -que aparece en todos los libros de ingeniería del ramo-, la carretera ofrecía los mejores porcentajes de la subida. Valverde se quedó por el ritmo. En ese momento atacó Mayo, rabioso y haciendo olvidar que las tres últimas ediciones del Tour había abandonado.
El de Igorre se fue solo, porque comparte muchas de las características de Rasmussen. Las características del escalador mítico, y ahí está su record de la DDR en el Ventoux para corroborarlo. Cedido Valverde, Evans se puso a tirar -una subida inteligentísima la del australiano, la nota más positiva en una jornada en la que el ciclismo
aussie perdió a Rogers, McEwen y O´Grady, un corredor con propensión a descalabrarse- y fue el que impidió que se acercasen los rezagados. Sí, esos que llegaron a circular a 1´10". La razón está en que pusieron a tirar a Kloden, el mejor situado en la general, en una decisión estratégica ambigua, casi al mismo nivel que la triada que gobierna el
Caisse. La bestia parda alemana llegó a poner al grupo de conservadores a 15", solo para ver ceder a Vinokourov. Y le hicieron quedarse con él. Sin palabras.
Fue ahí, justo cuando acababan los falsos túneles, cuando salió Sastre, agazapado hasta entonces viendo como Schleck le quitaba galones que sólo él se pone. También Menchov, que para mí ha hecho la subida más inteligente de todos, considerando que es el mejor contrarrelojista de los escaladores. Era un poco tarde, como siempre. En meta Vinokourov sólo cedía 1´en una jornada donde podía haber perdido el doble o más. Y con el Kloden. Así es el ciclismo.
Piti, que tiene un sprint maravilloso, en proporción inversa a su nula capacidad táctica, fue el tercero de la etapa, superado netamente por dos escaladores mucho más valientes y ambiciosos. ¿Dónde piensa recuperar tiempo? ¿En la crono? ¿Dará para tanto
su mejora de rendimiento deportivo?. Subida emocionante, pero salvo Rasmussen y en mucha menor medida Mayo, muy poco tiempo perdido en la general: entre el 2º y el 15º hay un puñado de tiempo. Hay terreno. Y hay Tour.
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El viernes Freire se fue para casa tras volver a ser segundo en el sprint tras un Boonen muy pillo a la hora de cerrarle. El pelotón volvió a llegar con gran retraso, tras jugar al gato y el ratón con Wiggins. El sábado Linus Genderman se aprovechó de la moda de hacer la primera cata en la montaña con el esquema de un puerto poco antes de meta. Escapada larga, el pelotón que no tira y los fugados que coronan La Colombiere cediendo sólo 1´de su ventaja ante todos los favoritos. El joven alemán consiguió el amarillo, que le ha durado un día, pero bien que lo ha disfrutado: desde el podio lazaba besitos como una estrella del pop, en lo que quizás sea la única alegría del T-Mobile en este Tour. Ningún ataque de favoritos, huelga decirlo.
Mención aparte merece el colombiano Soler, que se escapó del pelotón al inicio de la subida y, sin recibir ni un solo plano de las cámaras, llegó a meta quinto y se colocó cuarto de la general. Ayer no anduvo tan fino, pero es joven y su empresa merece ser reseñada.
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El sábado Xabier G. Luque -que está escribiendo muy buenas crónicas, todo hay que decirlo- reseñaba la primera vez que se subió La Colombiere y pasaba directamente a la otra vez que el Tour llegó a Le Grand Bornard. Y todo por no decir que el último corredor que había coronado el puerto había sido Landis. Memoria oclusiva, sin duda. Y ánimo de pasar página. Como yo hice con el periódico.
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Gran decepción de Antón en el Tour. El joven escalador, con dos victorias en alto ProTour y reciente tercero en el Ventoux tras subir a ritmo, entró ayer a 40´, con los sprinters, mientras compañeros suyos como Txurruka o Astarloza están haciendo un gran Tour para sus características. Menos mal que ayer Arribas nos decía que
está follando de maravilla.
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Me niego a citar a Contador, un ciclista tan patético que entró en meta alzando los brazos, un gesto sintómatico de un corredor acostumbrado a ganarse el corazón dando pena. Y qué grotesco Carlos de Andrés hablando del cavernoma de las narices a tres kms. de meta.