Toledo Monumental (y sus ciudadanos también)

A finales de los setenta Eduardo Chillida, que no necesita presentación, donó una de sus esculturas a la ciudad de Toledo. Como si fuese un jarrón chino, del que se presume su valor pero no encaja con nada, los políticos de entonces ubicaron la obra de arte en un lugar periférico y sin ningún trato preferencial. Y así estuvo hasta que hace poco los herederos, ante el estado de abandono de la pieza, solicitaron su devolución para restaurarla y exhibirla en el Chillida-Leku, uno de esos lugares que hay que visitar si o si. Al Ayuntamiento de la ciudad de las tres culturas le faltó tiempo para firmar el acuerdo. Ya ven: una obra de un artista por el que los alcaldes de medio mundo se pegarían cuchilladas, y tiene ese fin. Y mejor no entramos en el intento de urbanizar encima de la ciudad visigoda.

Se lo cuento porque los políticos son los representantes del pueblo, y ese mismo pueblo llenó de chinchetas y clavos el paso de la caravana ciclista. No fue un km. ni dos. Desde 20 kms antes de entrar en la ciudad se sucedieron los pinchazos, lugar común de la mitología ciclista que los materiales contemporáneos han relegado a la anécdota muy esporádica. Hacía 19 años que la Vuelta no llegaba a Toledo. Han hecho méritos para que no vuelva en el mismo tiempo. De Andrés, un optimista vital de esos que de estar al frente de alguna institución decisiva nos llevaría a una guerra, se congratulaba por la gran afluencia de público. Y ahí estaba, numeroso, saludando a la cámara y hablando por el móvil al mismo tiempo, para dejar constancia de que “¡estoy en la tele, tío, estoy en la tele”. Bienvenido, Mr. Vuelta. Ojo: Toledo está a 60 kms. de Madrid, a 20´en AVE, pero las escenas de ayer parecían de Las Hurdes años 20.

Cuando en el fútbol español hay episodios de violencia el tópico periodístico es decir “un grupo reducido de descerebrados, que no representan a la aficción”. Quizás sea verdad. Soy muy escéptico. Representan la punta de algo. Es probable que los de las chinchetas y clavos fuesen de Orgaz o cualquier otro poblachón crecido al ritmo de adosados, y no de Toledo. No lo sé. Ni me importa. Pero de lo que estoy seguro es que si llega a pasar en el País Vasco, como en la Vuelta 1978, también estaríamos en otro tópico periodístico. Con un matiz muy diferente y con una repercusión mucho más amplia. Vamos, Antena 3 le dedicaría la mitad del informativo. Y en esas estamos.

La etapa salió con 20´ de adelanto, que la caravana tenía que hacer un desplazamiento de 600 kms. y el AVE no espera si hubiesen decidido ramonear al nivel de Córdoba o Puertollano. Esta vez corrieron, al menos los que no pincharon. 45 km/h de media. Se bajó al Tajo mientras las imágenes del helicóptero cambiaban de color y chisporroteaban. Paso por delante de la puerta de la Bisagra con Talabardon escapado, y subida a un repecho convertido en nacional, con carril de vehículos lentos y todo. Refriegas varias y el pelotón que inicia el descenso hacia la meta entre los cigarrales. Dos Tinkoff intentan sorprender, y en parte lo consiguen. No para ganar la etapa, no, sino para que uno de los 135 profesionales de TVE tuviese de nuevo el zoom puesto y no viésemos el salto de Gilbert. Del helicóptero olvídense. El belga se llevó a rueda a Bettini y Valverde, que no consideró necesario levantarse de la bici para esprintar, como en el Mundial de Salzburgo. Igual que entonces, la victoria fue para Bettini, agasajado en el podio con una espada y un damasquinado.

Fue un final bonito, aunque no tanto como deseaba Don Federico Martín Bahamontes, invitado de lujo en la retransmisión. Yo de mayor quiero ser Bahamontes. Llegar a esa edad con su forma física y con su vitalidad. Se equivoca, claro; está estructurado mentalmente de aquella manera, porque en aquella época no había otra, por supuesto; a veces habla demasiado, faltaría más. Pero yo quiero ser Bahamontes. De largo, lo mejor de la etapa. Olvídense de lo del “marco incomparable” de la ciudad, de sus muchas bellezas singulares –por encima de todas, la iglesia del Cristo de la Luz y el Museo Visigodo, que ningún toledano incluirá en su lista- o de la impresionante nómina de los primeros puestos de la etapa. En Toledo la auténtica estrella es y será siempre Federico Martín Bahamontes. Y así lo pienso y así lo escribo.
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Hace ya unos días que quiero hablar de la sección Convive, con la que todos los días nos agracia Pedro Delgado. Es un espacio publicitario-divulgativo de la DGT para que “convivan” coches y bicis. Con estética cutre-retro intencionada, desde la cortinilla hasta la música, el presentador hace lo que puede. Está encorsetado y su envidiable desparpajo desaparece, por razones que me escapan. Un día habla de guardar la distancia de seguridad, otro de plin, otro de plan. Por casualidad, uno de los primeros espacios recordaba que soltar las manos del manillar es comprar muchos boletos para pegarte un piño de aúpa.

Bueno, como Pedro Delgado es un pluriempleado del dinero público (en esta Vuelta acumula lo de “Castilla-León (sic) es vida”, esto de la DGT y lo de TVE) también hace unos recorridos ciclistas por las etapas claves, en un espacio copiado del que hace Davide Cassani en la RAI. Ayer empezaba así. Tiene narices, ¿verdad? Yo solo me lo explico porque cuando se vive en el filo entre la mentira y la hipocresía directa, te pasan estas cosas y no te das cuenta: es lo más natural en tu quehacer diario. O quizás es que como es pluriempleado, se olvida de lo que ha dicho en otra sección. El caso es poner la mano bien grande y seguir ordeñando las ubres resecas de mamá-estado, que siempre tiene dinero para financiar a estos individuos.
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¿Sobredosis de Prozac?
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"Dentro de 20 años quiero seguir siendo amigo tuyo" ¿Y qué podría enemistar a un médico y un ciclista?