La Mafia siempre borra sus huellas

Uno más para el armario

Hoy ha aparecido ahorcado en su domicilio Alberto León, utilizado como mensajero y practicante en transfusiones sanguíneas por la misma red mafiosa que ha protagonizado la Operación Puerto y la Operación Galgo. Es una muerte más del dopaje, aunque no haya venido por una parada cardíaca o una adicción sobrevenida por la tenue barrera entre el dopaje y la droga.

Natural de El Escorial (Madrid), fue un joven prometedor en el mundo del BTT de finales de los noventa, donde coincidió con su amigo, paisano y compañero generacional Jesús Manzano. Este supo abandonar a tiempo, cuando vio directamente a la Parca, y volvió a tomar las riendas de su vida: ahora trabaja de jardinero, cosa de la que se reían los periodistas deportivos cuando tiró de la manta, pero está vivo. Y con la conciencia tranquila.

No será la última vez aparezca en este post, pero el protagonismo pertenece al fallecido por su propia mano. Por su propia trayectoria y porque con él se va a la tumba -o al armario- un perfecto conocedor de las actividades, pautas, clientes, tiempos, fórmulas, códigos y sustancias de la trama mafiosa del dopaje a deportistas de alto nivel en España. El eslabón más débil de la cadena siempre es el primero en ceder. Y eso que era el más jóven, o el que en virtud de la organización piramidal de Eufemiano Fuentes, menos responsabilidades penales tenía que afrontar.

No deja de resultar sorprendente que una persona que, en el peor de los casos, tendría que afrontar una pena de dos años de prisión, haya decidido quitarse la vida. Si fuese una persona de conducta intachable que ve que su prestigio social va a quedar indeleblemente manchado pues se tomaría todo esto como una farsa decimonónica y hablaríamos de suicido trágico, pena de amor o destino manifiesto, con moraleja tolstoiana final.

Y un cuerno.

Alberto León ya estaba implicado por los mismos delitos contra la salud pública desde el año 2006, y siguió realizando las mismas prácticas de correo de la organización criminal-delictiva de impronta mafiosa con personalidad visible en Eufemiano Fuentes. Siguió con su actividad, quizás desechando cosas más pacíficas y con menos rédito como la jardinería, a pesar de que durante estos cuatro años ha tenido sobre su cabeza la misma pena que con la Operación Galgo, lo que parece que le ha empujado al suicidio. Dicen en el parte informativo de la Monarquía Parlamentaria Española que "tras su detención (su esposa) le había pedido la separación". Pues habrá sido eso.

Con 37 años y dos hijos a sus espaldas, Alberto León deja también a una viuda que parece ser que no tenía ni idea de sus actividades. Le debería parecer normal ver entrar en su domilicio común a un negrito etiope -porque Bezabeh, como Juanito Muelegg, ya no es español- u a otros dopados a practicar pichichacas, o ver sacar bolsas de basura llenas de viales, o que su difunto marido se ausentase durante jornadas por simples motivos inherentes a su trabajo: el de correo de los médicos dopadores. En fin, ya saben que en España la familia nunca, pero es que nunca, sabe nada de estas cosas. Sólo cuando te pillan llegan las manos a la cabeza, los golpes en el pecho y ¡ay!, estas cosas de las separaciones.

Habrá sido eso y no otra cosa. Cuando se descubrió que la garganta profunda de la Operación Puerto, la persona que con su denuncia había provocado que la Guardia Civil empezase sus pesquisas y que un perezoso juez se tuviese que hacer cargo de un caso del que no tenía ganas -no había legislación aplicable al dopaje, aunque sí al fraude fiscal, la malversación de fondos públicos y el delito de estafa, pero no había voluntad de llevar adelante nada- no era otro que Jesús Manzano, también supimos algunas cosas que cayeron en el olvido.

A fe de ser ciertos, las primeras amenazas de muerte que recibió Manzano, pues esto es de lo que se trata en todo momento, fueron ya en 2004, cuando se convirtió en el único deportista español que ha relatado con pelos y señales que 1) se dopó (sólo dos le han seguido, y por intereses propios de quitarse el muerto de encima)  y 2) cómo, cuando, donde, por quien y con qué. Eso se paga con amenazas de muerte (¿de quien? ¿se puede encargar eso en España? ¿no?) y ofertas para callar, entonces y ahora, especialmente por el punto 2).

También durante. En 2006, cuando su testimonio se convirtió en vital para continuar la endeble acusación de delitos contra la salud pública en la Operación Puerto -se intentó convencer a algún ciclista profesional para que hubiese algún otro testimonio, pero demostraron ser fieles lacayos, dignos de apodos de perro- pues pasaron cosas como esta, mejor explicada aquí porque se pone el asunto clave: "La presencia de Manzano es molesta para los ocho imputados, porque hasta ahora es el único ciclista o ex ciclista que ha accedido a denunciar en los Juzgados que las prácticas de dopaje pueden ser perjudiciales para la integridad física. Dado que en este caso se juzgará un delito penal contra la salud pública, porque la Ley Antidopaje todavía no ha entrado en vigor, ese testimonio se considera fundamental para demostrar los graves daños que provoca el dopaje".

¿Y la presencia de Alberto León? Las organizaciones mafiosas son piramidales al más puro estilo faraónico. Si estás arriba -y no quiere decir que Eufemiano Fuentes sea la cúspide, desde luego- te forras, si estás en la base pones dinero y la vana ilusión de poder llegar algún día arriba. Alberto León estaba un poco por encima de los deportistas, baste recordar el patético testimonio de Bezabeh que pensaba que el recientemente finado era un médico, simplemente porque manejaba jeringuillas y bolsas de sangre. Sin embargo, era base, pero una base que conocía lo que había arriba, a diferencia de la inmensa mayoría de las organizaciones -obligatorio usar el italiano- a stampo mafioso.

Era, por tanto, bastante diferente de la base de deportistas, que ni siquiera sabían que otros compañeros recurrían a la misma organización de los pisos-patera, los nombres clave, las fuertes sumas de dinero en diferentes divisas y en contante, los nueve números de teléfono diferentes, las drogas falsificadas, los números personales de la gente que en teoría hace de árbitro de tu área profesional-delictiva, las máquinas criogenizadoras robadas del Ejército, las bolsas de sangre de la Sanidad Pública, la cuenta secreta en Suiza y ahora, un muerto. Como la Mafia. Siempre ha sido así. Ya teníamos el descampado y ahora tenemos el fiambre.

Sólo falta un poco de Justicia, siquiera un poco.
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Empecé a utilizar lo de "caso solomillo" porque siempre me ha parecido muy reduccionista lo de "caso Contador": él mismo, toda su vida deportiva, es un caso. Ya saben, eso de que siempre este en el lugar equivocado en el momento equivocado. O sus alergias. O su resfriado justo antes del campeonato de España CRI de 2010, mientras estaba tomando cafés en Navacerrada. La fórmula, desde luego no muy original, parece que ha tenido éxito. Con enlaces y todo.