"El Sistema"

Indurain no escribe sus artículos en el Marca. Esto no lo digo yo: lo dice el sentido común y lo dijo en su día Arribas, cuando presentaba flamante a Horrillo y su columna bajo estas premisas "escrita por el mismo, no como otras". Resulta que el sábado pasado el negro que firma como Indurain -y cuya identidad no puede escapar a ningún lector de este blog- se desmarcó con una columna muy graciosa de la que hoy se hace eco El Correo.

Al mismo tiempo, con motivo de la confesión de Zabel, El País ejecutaba una loa preguntándose hasta donde llegará la revisión del pasado, que sentido tenía remover las arenas falsamente sedimentadas de la década de los noventa. Perdón, de 1996. ¡Atención al que mente el primer lustro de la pásada década! ¡Cuidadín! Resulta curioso leer esto en un periódico que se ha especializado, desde el año 2000, en remover el pasado con frases como la memoria no tiene caducidad y dado pábulo desde sus páginas a cualquier operación de remover huesos, con artículos lacrimógenos en su colorín del domingo. Y que nadie saque ninguna intencionalidad política de esto que digo, solo me interesa resaltar la contradición.

Indurain ha puesto su firma al escrito que le presentó el negro de Marca diciendo que no entendía lo de Rijs. Literal: "¿Qué sentido tiene hablar de algo que sucedió hace once años?". Arribas habla de el sistema, cual si fuese una novela de John Grishaw o Tom Clancy. Traza una visión idealizada de un joven que llega a un mundo ya formado y en el que tienes que pasar por el aro del dopaje, te guste o no. Que nadie es culpable, el culpable es el sistema. Y lanza sus pullitas a Rijs, a la organización del Tour como dando a entender que hizo la vista gorda y dejando bien claro que el primero de la saga de Los Intocables no tenía nada que ver. Vamos, que prácticamente tuvo que abandonar ante la avalancha de tramposos que inundaban las carreteras.

España es lo que es. Mientras en Alemania un escritor como Günter Grass hace confesión pública de su militancia adolescente en las SS, un compañero suyo de generación que estaba en el bando opuesto y que se llama Jorge Semprún se pregunta ¿por qué ahora?. Mientras en Alemania toda la banda del Telekom 1996 confiesa que la EPO corría a espuertas, en España los periodistas de ciclismo se preguntan ¿por qué ahora?. Diferentes culturas, diferentes formas de asumir la responsabilidad de la conciencia. Y con esto también se podría hablar de la cultura política de la dimisión -inexistente por estos lares- o, sencillamente, de la raíz del problema. Aquí la culpa la tiene el sistema, mientras que en otras latitudes la responsabilidad hay que saldarla individualmente.

Y así es. Es el peso de la conciencia. Ni Rijs ni Zabel tomaron la iniciativa por sí solos, se vieron forzados por una sucesión de acontecimientos, tampoco hay que ser ingenuos. Llegados a un cierto punto, que en España -los países católicos- no se atisba donde está, se acaban las pantallas y hay que afrontar la verdad. Porque antes se vive encadenado: encadenado al palmarés, a los vítores, a una leyenda construida en hojalata y sobre virutas, al elogio fácil. Y encadenado a la mentira, al recuerdo oclusivo de las trampas y el dopaje que llevaron a esos éxitos. No existe condición más contraria a la libertad, la aspiración primera y última del ser humano. ¿Por qué hablar, se preguntan en España? ¿Por qué ahora?. Por ser libres. Y esta frase no es mía: porque la libertad no hace más felices a los hombres, los hace simplemente hombres.