Un hombre de 50 años toma café en Castro Urdiales

Por entregas y a su mayor trovador: así ha decidido romper Manolo Saiz su silencio de cuatro años. En esta frase ya está todo. No dice nada nuevo, y simplemente se dedica a esparcer su peculiar concepción de la vida, la verdad y la honestidad. Si algo queda claro después de leer la entrevista seriada es que si hubiesen pasado otros cuatro años no nos perderíamos nada, igual que no nos hemos perdido nada sin este personaje -caricatura de sí mismo, ahora lo verán- en este tiempo.

En los primeros compases de la Operación Puerto vaticiné que el hombre que hizo de Jalabert un todoterreno haría "una rueda de prensa y llorará y moqueará, una de sus especialidades, al mismo tiempo que conjuga sus palabras favoritas: "familia" y "grupo"". No ha sido así, pero el mismo perdió la oportunidad de explicarse en su momento y decide hacerlo ¡cuatro años! después. A su manera: sin decir nada, a un amigo y presentando una realidad que sólo el ve.

Dice que si no ha hecho declaraciones es porque se lo recomendaron sus abogados ("Acertada o equivocadamente"), entre ellos el ex-juez de la Audiencia Nacional Carlos Bueren, algo que quizás recuerden por esta noticia. Pasemos corriendo rápidamente por esos brillantes juristas que sacan la plaza y, acto seguido, se pasan a los mucho más rediticios bufetes privados, donde venden precisamente el prestigio de las instituciones por donde han pasado. Acertada o equivocadamente, eso sí.

Manolo Saiz, que sigue imputado en la Operación Puerto ("El juez me ha dado tres veces la razón y son otros quienes intentan mantener vivo el caso") cae previsiblemente en la explicación que más le pega: la conspiración. Los "otros". ¿Quien Manolo, quien? "Con el dinero público se pueden hacer muchas cosas. Ni la AMA, ni la UCI, ni los fiscales manejan su dinero. Manejan el dinero de todos". ¿Populismo barato? Nah, no pasa de conversación de bar de montaña, entre Orujo de Liébana y quesada poco cardiosaludable.

Tras pasar de puntillas sin decir ningún nombre, el periodista le deja en bandeja una pregunta para que explique que pasó en la cafetería de Zurbano cuando apareció la Guardia Civil. Según el imputado Saiz Balbás, llevada dinero encima porque iba a pasar "tres meses fuera" y que no llevaba ningún tipo de medicamento dopante encima: "Yo salí con lo que entré, con el dinero que llevaba, con nada más. Lo dije entonces y así se recogió". Según el informe de la Guardia Civil, la cosa no fue así, pero la inmensa vanidad del cántabro le lleva a desvelar su estrategia de defensa: no era mío, me lo encontré por ahí. Pagas costosísimos abogados para que te asesoren en decir lo que diría un alumno de ESO. Sobre los dólares australianos no dice nada, o sea que también estarían por ahí de casualidad. Cuando se cierre la causa voy a pedirlos, por si acaso y por eso de la nuda propiedad.

Observen la diferencia entre el balbasiano "Yo no salía de aquella cafetería con nada raro" y el guardiacivilesco "FUENTES sale del hotel con SAIZ, que porta la bolsa. En su interior se encuentra una caja de cartón con la etiqueta de MRW con destinatario Eufemiano C/Caídos de la División Azul, 20, 4º A, y el teléfono del domicilio en Zaragoza de LABARTA, así como un maletín con un sobre, en cuyo exterior figuraba manuscrito con tinta azul "30.000 E" y "28.000 FR.S", y en cuyo interior contiene esas cantidades en euros y francos suizos. El contenido de la bolsa era de papel de aluminio y una hoja del periódico del 'Heraldo de Aragón' con conservadores de frío y cuatro envases de SYNACTHENE serigrafiados en francés y alemán, supuestamente enviados por LABARTA, según el contenido de las llamadas". Evidentemente, no salía de la cafetería con nada raro: inusual, "Extraordinario, poco común o frecuente".

Tras esta presentación, donde queda caracterizado el personaje, el resto de la entrevista es para desfacer entuertos: insiste en lo de que tenía el mejor equipo del mundo (en el Tour 2005 se vio su calidad), se considera pionero por haber traído a Liberty como patrocinador extranjero, un revolucionario ("Si te enfrentas al poder, te pasa factura") y en sus desvaríos silvestres, del que destacaré "Yo creo que el problema del ciclismo no es el dopaje, sino la falta de calidad, de nivel de muchos de sus dirigentes". Normal que a Manolo Saiz ese le parezca el problema del ciclismo, y no el otro. Normal. Nada raro al salir al de la cafetería. Tampoco en ella, cuatro años después, cambiando Zurbano por Castro Urdiales.

El domingo prosigue el serial. Algunos no hemos podido dormir de la excitación, tras la avalancha de nombres del sábado. Esta segunda parte se dedica a los temas administrativos a los que tan aficionado era Manolo Saiz, uno de los creadores del ProTour (el ideó lo de la liga cerrada, una de las ideas más funestas, y lo de que las grandes carreras tenían que aceptar a esos equipos si o si) y que ahora reniega de cualquier consecuencia. El "se enfrentó a los grandes poderes", que seguramente fueron los que, tras inyectarle pentotal y subyugar su voluntad, le dieron el maletín verde y el número de teléfono de Eufemiano.

Tras referirse a sí mismo en tercera persona ("Es muy fácil preguntar a las personas que estaban allí lo que sucedió y lo que hizo Manuel Saiz"), un signo bastante claro de su personaje y su actual estado anímico, pasa a contar batallitas de corredores retirados sin ningún interés, para remachar con sus antiguos pupilos o diciendo que "echo en falta una figura como la de Hein Verbruggen", algo ya digno de síndrome de Estocolmo. El personaje da para mucho más, pero la entrevista es lo que es: simplemente una plataforma para que cuente su distorsionada visión del mundo. Y el periodista tampoco da para mucho: en ningún momento le pregunta si en sus equipos se hacía dopaje sistemático, que opina de Jorg Jäksche o cúanto cuesta un café, por eso de las preguntas-control para asegurarse que el entrevistado está en plenitud de facultades.

Así las cosas, la entrevista -presentada como exclusiva impactante, incluso calentado motores un día antes- no pasa de ser un fiel reflejo de quien es Manolo Saiz Balbás: un hombre de cincuenta años no especialmente agraciado que toma el café en Castro Urdiales con un amigo. Felicidades al Grupo El Correo por la gran labor que hacen Urraburu y Gómez Peña en defensa del ciclismo entendido como un deporte de sacrificio y entrega, y no como una cueva de ali-babá donde hasta los personajes más execrables tienen tribuna libre en su medio. Total, para decir cuatro tonterías de pasiego que pasó de la cuadra al descapotable en una sola generación: eso se nota en las manos negras, las conspiraciones y las tendencias a explicarlo todo con una única causa o razón. Como si todavía estuviesemos en la aldea y el imputado Sanz Balbás fuese un jefe supremo.
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Actividad bizarra para día nevoso: lean los comentarios de los lectores en los enlaces a la entrevista. Escalofríantes, como el tiempo.