Zamora, un lugar de memoria para el ciclismo

El ciclismo español vive en crisis. De nada sirve que acumule muchos y muy diferentes campeones, que copan los primeros puestos de las mejores carreras del mundo. Los patrocinadores de la Vuelta, incluyendo el Gran Premio, son completamente desconocidos. Material de construcción, ciudades feas que venden caricias, un sistema de radiadores eléctricos, trenes de alta velocidad en sitios donde nunca llegó el abuelo de vapor, peras de un lugar recóndito: es el panorama de un proyecto decadente, que necesita atomizar los espacios publicitarios para encontrar alguien que invierta. Aunque sea en la fantochada de la pancarta de nueve kms. a meta. Ese es el ciclismo realmente existente en este país, donde los equipos viven del dinero público. Algunos creen que la crisis de este deporte centenario tiene causas exógenas, que van desde el auge de otros deportes a este modestísimo blog, que leen cuatro gatos. Todo sea por olvidar la viga en ojo propio. Los males del ciclismo anidan en sus principales protagonistas, muy listos e interesados para lo que les conviene.

Los responsables de la Vuelta tontean con la posibilidad de convertir este patrimonio heredado y pésimamente gestionado en una cursilería de 15 días. Transigen con cualquier locura, y hasta la impulsan. De esta manera, ya han convertido esta carrera de casi 75 años en una prueba descafeinada. Etapas con distancias impropias de profesionales, días de descanso a las cinco etapas, olvídense de más de 200 kms por etapa. Y ni eso es suficiente. Los ciclistas quieren menos, ahora que ya no tienen tanta libertad para hacer más. Lo vivido ayer no tiene precedentes en una tercera semana de una gran vuelta, porque los ciclistas son caprichosos. Y hacen con Cordero lo que les da la gana.

Se iba de Ponferrada a Zamora. El Acebo de salida, para formar escapada, y después un ingenioso recorrido que no olvidó meterse por la A-6 a la altura de Benavente, porque si una etapa de la Vuelta no pasa por autopista o autovía no es una etapa. Bueno, pues tras una neutralización de 10 kms., la mafia del pelotón actuó. Bettini, al que ayer le tocaba descansar, orquestó un día de piernas cruzadas y se situó al frente del pelotón en la subida al puerto berciano: la media de la primera hora fue de 15 km. No busquen precedentes, porque no los hay. Ni tampoco de la segunda hora: 28 kms. Dejaron escaparse a un Andalucía y a un Tinkoff, que atravesaron la estepa castellana, esa que no ha vivido el boom de la construcción ni de los vuelos baratos, y donde todavía reinan el adobe y el tractor.

Mientras tanto, a chafardear todos amigablemente. Incluso Flecha, un ciclista que lleva sin ganar desde febrero de 2005 y que antes solía ir fugado, prefirió dedicar el día a robar banderas de EE.UU y hacer una cosa que nunca había experimentado encima de la bicicleta: que alguien le persiga, aunque lleve un casco con cuernos. Ya habrá otras ocasiones para estrenar su palmarés con el Rabobank. Ayer tocaba lo que tocaba: una nueva humillación al ciclismo. Y protagonizada por los mismos que cavan su propia tumba, porque son los que dan el último “¡Si, por supuesto!” a los hemodruidas, los que venden etapas, los que salen a neutralizar al malvado belga, los que niegan la evidencia y los documentos judiciales, los que organizan una manifestación de 1.000 personas a favor de la locura y la indecencia, los que ganan el Giro viniendo de la playa, los que hacen el plante en el campeonato nacional: los ciclistas.

¿A qué televisión se vende un deporte que acaba con hora y media de retraso? ¿A 34 km/h de media? ¿Qué está ya emitiendo el resumen a los 50 minutos de acabar la “etapa”? ¿Quién va a invertir en este deporte? Lo de ayer no fue competición, fue un criterium donde se organizó un sprint final para que el campeón del mundo pudiese hacer su segunda serie del día –la primera antes de llegar a Benavente, para rebajar la distancia de los fugados de ocho a cuatro minutos- y cumplir la tabla de entrenamiento, con el fruto de que su compañero de equipo Boonen sumase su segunda victoria. El ciclismo busca credibilidad, y la logra de esta manera. No hay mucho más que explicar. Lo peor de todo es que Victor Cordero interpretará la humillación de ayer como una nueva prueba de que hay que reducir el kilometraje, las dificultades altimétricas y los días de competición, que los ciclistas llegan muy cansados. Ya.

Los pobres ciclistas. Claro.

Los ciclistas son los principales y últimos responsables de los males que afligen al ciclismo, y ayer dieron un magnífico ejemplo que nadie al otro lado del televisor debe olvidar jamás.
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Pensaba que podría sacar un buen post de la lectura del libro del Dr. Romo, aprovechando el aniversario del fallecimiento de Antonio Puerta. Falsa esperanza. Es un libro carroñero por la onomástica, y libro porque tiene su forma y presentación formal. Por tener tiene hasta ISBN, pero no pasa de ser un folleto con tapas: hay más blanco que letra impresa, y es más delgadito que una tarjeta de crédito. Ni siquiera está escrito: son teletipos y frases cortas agrupadas y grapadas. En el capítulo –por decir algo, no son más que cinco páginas a word y doble espacio- de ciclismo, escribe sobre los míticos holandeses muertos a principios de los noventa, de Zanette, de Salanson y…se olvida completamente de Alessio Galleti, un caso más reciente y más cercano. Para que vean qué nivelón de libro, qué documentación y qué profesional. Si pasan ustedes por alguna gran superficie, denle una ojeada. No más de tres minutos. No merece la pena. El doctor Romo hace un magnífico homenaje a su apellido.
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Entre el cachondeo generalizado de ayer, Álvaro Pino contó un chiste. De uno que compra un burro porque le venden que cocina, limpia y plancha. Cuando ve que no hace eso, pide explicaciones al vendedor. Oye, que no hace nada de lo que me dijiste. Y el otro responde: pues si dices todo eso, no creo que lo puedas vender nunca. Muchas risas en la platea. Yo también me reí, recordando el famoso adagio de que el dopaje no hace de un burro un caballo de carreras (ni un ama de casa) y recordando también a todos los ciclistas que han pasado bajo las atentas manos del calvo gallego y sus galenos asociados. Después apreté con rabia el fast forward.
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Este, tras tirar todos los balones fuera posibles -falta la explicación OVNI-, acaba concluyendo que dependerá de la creatividad de los artistas. Lo mejor el titular, de poder a poder.