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12 julio, 2008

"Más duro es el olivar"

La frase pertenece a Manolo "El Triki" Beltrán. Veremos si sigue opinando lo mismo después de haber sido interrogado por una fiscalía de un idioma que no entiende, porque solo entiende un lenguaje, el del dopaje. La dijo cuando se pasaba todo el día tirando del carro para Olano; después para Zulle; para Ullrich; para Armstrong. Y ahora trabajaba, a sus 37 años, para sí mismo: el año pasado estuvo a punto de ganar la etapa de Granada en la Vuelta y algunos decían que era el jefe de Liquigas en este Tour. Toda una vida de servicios, y todavía tenía cuerda -y otras cosas, a tenor de lo sucedido- para objetivos ambiciosos.

Manuel Beltrán, andaluz de Jaén, es un ciclista (presunto) dopado. Para las autoridades francesas, un delicuente. Así son las leyes. Incluso para los veteranos del pelotón. Por muy fuertes que vayan. Sin ir más lejos, en el final de SuperBesse había sido 11º, de largo el más viejuno del grupo de cabeza. Por supuesto, todo era normal. Pero, ¿hay alguien que se extrañe de Beltrán? ¿Del Triki? Si lo de las galletas era un chiste comparado con lo que realmente le ha gustado siempre...

Beltrán pasó a profesionales a mitad de los noventa, dentro de una campaña orquestada por Juan Fernández, lo más parecido a Fausto en el ciclismo, para llevar a corredores andaluces al profesionalismo. No en vano el propio director es andaluz, por muy vasco que se presente cuando le interesa. Compañeros de generación y de equipo, el viscoso Mapei de Squinzi, fueron Fernández Ginés y Peña. De la noche a la mañana, unos desgarbados sacados del olivar -esto lo dijo el propio Beltrán- se ponían a subir montañas como sherpas, siempre tirando de Olano, con prestaciones de colombianos o keniatas del altiplano.

Beltrán anduvo fugado en la etapa de Bugno en el Giro 1996. Hace 12 años. Y eso que Olano iba buscando la general. Pero había cuerda -y mandanga- para todos, para lo que fuese. Fernández Ginés hizo Giro y Tour de gregario ese año, no entró en el top-ten de ambas carreras de milagro. Dos años después, y tras una subida al Acebo de prestaciones ultrahumanas, se retiraba por unas extrañas cefaleas. Peña estuvo a punto de ganar un Dauphiné -como lo oyen-, y también acabó perdido y retirado a edad muy joven. El ciclismo andaluz. A todos los fichó la escuela navarra para arropar a Olano, que sabía muy bien lo que necesitaba.

Es una cuestión cultural. Beltrán es un ciclista de su tiempo. Como tantos otros, como todos. La diferencia de este corredor es que siguió y siguió, como el conejito de Duracell. Incluso daba lecciones. Se salvo del retiro cuando, desde el Coast, fue rescatado personalmente por Lance Armstrong, al que surtía de aceite de su cooperativa. El típico papel del español: servir al señor con viandas. Militante del PP, iba por el pelotón repartiendo lecciones, poniendo cara torcida y dejando haikus a los periodistas, sabiduría del olivar. Hace un año alguien le acusó en un foro de doparse: en 24 horas, gracias a sus contactos políticos -la anterior alusión ideológica no era desinteresada, cada cual puede tener las simpatías que quiera-, logró cerrar la página y enviar una patrulla de la Guardia Civil a la casa de un paisano que afirmaba que recibía paquetes en casa y que entrenaba de negro. Que se dopaba, vamos.

A sí se las gastaba este jornalero del pedal, que quería maquillar su palmarés a una edad tardía. Su mayor gloria vino en la Volta, como no, la perla en el palmarés de los españoles que nunca ganan nada. Fue en el siglo anterior. Favorito de los periodistas, "por su pundonor", la imagen patética de su figura hambrienta intentando colarse entre los diez primeros inducía al hastío y asco de este deporte. Porque el Triki tenía otro palmarés, mucho más abultado que el de sus victorias.

En los controles antidopaje realizados a toro pasado con las muestras del Tour 1999, ya había dado positivo por EPO. Pelillos a la mar. En el Mundial de Hamilton -¡ay, esas medallas españolas, ninguna limpia!- lo mismo. En una Volta salvó un positivo por corticoides gracias a una receta que llovió del cielo. Mapei. Banesto. Coast. UsPostal. Discovery. Liquigas. No, no: no se hagan ilusiones. No va a cantar todo lo que sabe. Nunca lo hacen.

El dopaje paga. Este hombre libró el olivar gracias a la bici y el dopaje. Si, habrá salido esposado como un delincuente, pero le espera una concejalía en su terruño. Y los dinerillos que habrá sacado de por aquí y de por allá. El dopaje paga. Claro, pero habrá que ver dentro de 20 años que salud conserva, por muy bueno que sea el aceite de su almazara. Que le pregunte a su amigo Fernández Ginés. Si, si, porque al final el dopaje pasa su factura. En este caso, detenido y con todos los reflectores del Tour, del deporte, sobre él. Una nueva muesca en el ciclismo español, que en el último año y medio ha producido a Aketza Peña, Iban Mayo, Patxi Vila e Igor Astarloa. Este al menos viene del olivar, para romper la tendencia vascocéntrica. Ahora sólo falta que caiga el ciclismo murciano, que ya suma dos etapas en una semana de Tour. Al tiempo.
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En la etapa de ayer, cuatro fugados. Tres españoles. Ataca alguien en el pelotón. También español. En meta, de los ocho primeros, cinco españoles.